Las Tecnologías para la Información y Comunicación, universalmente conocidas como TIC vienen generando continuas transformaciones en nuestra vida, influyendo en casi todos sus aspectos. Las nuevas generaciones difícilmente se ven desligadas de ellas.
En el campo educativo, en tan sólo una década las nuevas tecnologías han llegado a tener aplicación a nivel cada vez más amplia y se ha extendido progresivamente a todas las instituciones educativas. Actualmente no se concibe la posibilidad de cursar la universidad sin poseer un equipo de computación personal comunicado por Internet. Podemos decir que las TIC se han constituido en un nuevo “vademécum”.
Ahora bien, cuando se piensa en las tecnologías nunca debe perderse de vista el fin de todas ellas: la persona humana. Al fin y al cabo es la persona humana de donde parte toda innovación y donde toda innovación retorna. Según esto, la pregunta clave que nos podemos plantear es ¿contribuyen las TIC con la formación del ser humano?
Entre las bondades de las TIC tenemos: 1) Promueven una mayor comunicación y participación especialmente entre los jóvenes, 2) Ayudan a desarrollar nuevas capacidades, 3) Se trata de nuevos medios para el aprendizaje y para la investigación, y 4) Contribuyen también en la trasmisión de valores.
No obstante, es conveniente tener en cuenta criterios para el buen uso de las TIC. Podemos considerar los siguientes: 1) Que sean medios al servicio de los fines de la educación, 2) Que no se reduzcan una “educación ligth”, 3) Que las TIC aporten al proceso de enseñanza-aprendizaje, 4) Que sean integradas en los currículos y el desarrollo de los contenidos, 5) Que se cuide la formación de los profesores y personal docente, y 6) Que todos los agentes educativos se involucren como tales.
Como cualquier medio, las TIC pueden ser usadas de modo cabal y con mucho provecho, pero también podrían desvirtuarse debido a un uso indiscriminado. Junto a los criterios antes señalados, advertimos seis riesgos: 1) el peligro de la tecnocracia y el consumismo, 2) los problemas éticos que generan en estos espacios, 3) multiplicación de la información y la abundancia de datos, 4) el riesgo de conceder más tiempo a las TIC que al propio proceso educativo, 5) la denominada “brecha generacional” entre padres e hijos y entre diversos grupos humanos, y 6) la evasión del tiempo real por un espacio virtual más inmediato y superficial donde vive la nueva “generación del pulgar”.
A pesar de estos riesgos, también es cierto que el influjo de las TIC en la educación puede ser muy provechoso. Para ello se hace necesario que los docentes utilicen con mayor confianza las TIC en los procesos enseñanza-aprendizaje, convencidos que estamos ante un nuevo paradigma: el de la cultura multimediática. Es necesario una oportuna capacitación para poder reducir la brecha que hay entre nosotros, “inmigrantes digitales” y la actual juventud que podemos llamar “nativos digitales”.
Sin endiosar a las TIC ni creer que ellas solas solucionarán los problemas de calidad educativa, no cabe la menor duda de su importancia capital en la nueva educación desde muy distintos ángulos. El Estado, las escuelas, los maestros y los currículos: todo ello debe tener variaciones sustantivas y adaptaciones a fin utilizar las TIC del modo más eficiente para esta sociedad del conocimiento y la tecnología que nos invade.